La industria automotriz en España está viviendo momentos difíciles, y los datos recientes lo confirman. Con una producción que ha acumulado cuatro meses consecutivos a la baja, alcanzando solo 1,58 millones de vehículos hasta agosto, el panorama no es muy alentador. A esto se suma una caída del 2,2% en las exportaciones, afectadas por la débil demanda en los mercados europeos, especialmente en Alemania y Francia, que históricamente han sido destinos clave para nuestros vehículos.
Uno de los datos más alarmantes es la baja demanda de vehículos electrificados, cuya producción se ha reducido a solo el 8,8% del total en 2024, una caída de 2,8 puntos porcentuales en comparación con el mismo periodo del año anterior. Esto, en un contexto donde Europa ya está empujando con fuerza la electrificación, con una cuota media del 20%, deja a España rezagada en la carrera hacia un futuro más sostenible.
¿Por qué está ocurriendo esto? José López-Tafall, director general de ANFAC, lo resume bien: la incertidumbre es el peor enemigo de la compra de un coche. En lugar de fomentar el crecimiento del mercado eléctrico, algunos mensajes negativos sobre el futuro del coche privado están creando dudas entre los consumidores. Y si no se venden vehículos eléctricos en España, ¿cómo esperamos que nuestras fábricas los produzcan en masa?
Otro factor clave es la tendencia de la producción bajo pedido y sin stocks. Si los mercados como Alemania y Francia siguen en picada, nuestras fábricas, dependientes de la exportación, inevitablemente sentirán el golpe. De hecho, los datos de julio y agosto muestran caídas significativas tanto en la producción de turismos como de vehículos comerciales, con descensos del 10% y 20% respectivamente.
A pesar de los esfuerzos por aumentar la producción de vehículos de cero y bajas emisiones, con un crecimiento del 15% en los primeros ocho meses de 2024, no es suficiente para compensar el descenso general. La falta de un mercado interno fuerte y la dependencia de las exportaciones hacen que cualquier crisis en Europa repercuta rápidamente en nuestras fábricas.
El reto está claro: España necesita acelerar su transición hacia la electrificación, no solo para cumplir con los objetivos europeos, sino para asegurar el futuro de la producción automotriz en el país. Sin embargo, esto no será posible sin un cambio en las políticas públicas que generen confianza y certidumbre tanto en los ciudadanos como en las empresas. Si no actuamos pronto, podríamos estar frente a una desaceleración aún más profunda en un sector que, históricamente, ha sido uno de los pilares de la economía española.